Era el año 2000 cuando Vicente Fox llegaba a la presidencia de la
República, para entonces una buena parte de la opinión pública daba por hecho
la “llegada de la democracia” y de alguna manera la alternancia se había dado a nivel federal, pero en los gobiernos locales quedaba
mucho por hacer.
Hasta la fecha, en estados como Tamaulipas, Veracruz y Quintana Roo no
se conoce de otros gobiernos que no sean los del PRI y los que apenas tienen
gobiernos de distinto partido, como Oaxaca y Puebla, tienen gobernadores con
antecedentes priistas, cosa que no es de extrañarse, dado que el Revolucionario
Institucional fue durante mucho tiempo el centro de formación de capital
político dada su visible hegemonía y estructura.
Si el avance de la democracia a nivel federal ha sido lento, en la mayor
parte de los estados de la República todavía quedan visibles rasgos de
falencias democráticas que se reflejan entre otras cosas en:
a) La cooptación y/o censura de la mayor parte de la prensa local
b) Altos niveles de impunidad política y delincuencial
c) Opacidad en los procesos administrativos y hostigamiento a la oposición política
d) Cacicazgos locales que se reflejan en los gobiernos municipales (no importa el partido) y susceptibles de subordinarse al gobierno estatal.
e) Órganos empresariales, instituciones educativas y organismos no gubernamentales cooptados o bien con poca influencia en las decisiones del poder político.
f) Centralización de los principales procesos políticos, sociales y económicos en la capital del Estado.
g) Bipartidismo y/o en su defecto, partidos locales de oposición con poca organización y cobertura política.
h) Congresos locales cooptados por el Ejecutivo (sin importar si el partido dominante tiene mayoría absoluta).
i) Presencia simbólica más no efectiva del gobierno federal a través de las distintas delegaciones.
La
alternancia de partidos a nivel local reprodujo en parte las falencias que tuvo
el proceso de alternancia federal tanto por motivos de carácter político como
contextual.
Lo que podemos comprobar es que al momento de ejercer el poder se
disipan las ideologías y los colores, casos como los de Guerrero, Tlaxcala y
Zacatecas son una pequeña prueba, es decir, para considerar que existen
condiciones democráticas no basta el cambio de partido.
Cabe aclarar que sería básico y
reduccionista otorgar una completa culpa a los gobiernos locales por dicho
fenómeno. De alguna manera el poder no es estático y fluye constantemente en el
espacio público ya que la defensa y la consolidación de las libertades y
derechos no sólo se ganan, se mantienen. El ingrediente democrático que se
va dando de manera incipiente a nivel local es la participación ciudadana como
contrapeso al poder político, entendiendo esto no como la ciudadanía que
polariza con el gobierno, sino como aquella capaz de generar tres elementos
indispensables: una agenda pública compartida, propuestas de carácter técnico y
político e interlocutores que puedan tender puentes de comunicación horizontales entre
sociedad y gobierno. Ante la ausencia de estos aspectos
será muy complicado que entre todos los actores políticos involucrados se
construyan verdaderas democracias locales. Falta mucho camino, más aún porque
solemos distraernos con los sucesos y procesos federales, pero la verdadera
lucha por el cambio empieza en casa.
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