Una de las aportaciones
académicas más importantes que se han dado sobre la televisión en el mundo,
especialmente en México y América Latina la realiza Guillermo Orozco. En 1991
en su obra La mediación en juego.
televisión, cultura y audiencias aborda,
entre varios temas, el cuestionamiento a la televisión
como medio omnipotente de significación social, las dos razones que da para
apoyar dicho argumento son que la
televisión no es la única institución social que legitima y significa la
realidad tratando de poner en circulación sus significados preferentes; la
otra es que los significados de la
televisión no son monolíticos y unívocos sino que son polisémicos dado que
son percibidos de múltiples maneras por una audiencia que a su vez es múltiple.
Me parece pertinente citar esto, para exponer el título del presente escrito.
En los últimos seis años ha
habido una disputa creciente entre un sector notable de la ciudadanía -exigente
de pluralidad de la información por todos los medios posibles- y las prácticas
institucionales de actores del ámbito público y privado que han obstaculizado
la consolidación de dicha demanda. También se ha construido y se ha expuesto un
discurso político desde la Izquierda en donde los medios de comunicación han
modificado el curso electoral y configurado las relaciones políticas actuales a modo. El argumento es legítimo y
válido pero no lo es en cuanto a verdad absoluta.
Los mexicanos tenemos un
fetichismo creciente en cuanto a la figura presidencial como ícono
imprescindible de cambio social y a la televisión como el medio por excelencia
para retratar la realidad o bien para imponer un punto de vista, hoy más que
nunca es vigente esa percepción dada las circunstancias.
No pienso abarcar en el
presente análisis a la figura presidencial sino abocarme exclusivamente a
reivindicar al ciudadano en potencia que tiene la capacidad suficiente para
prescindir de la televisión como mediador absoluto de la realidad. La pelea que
estamos dando desde las diversas trincheras de la sociedad civil no debe estar
encaminada únicamente a la apertura de los medios existentes, no es un logro
llegar y ocupar un espacio televisivo (como si en verdad fuera suficiente para
cambiar nuestra realidad económica, política o social) en pleno corazón de un
imperio mediático que nosotros mismos hemos engrandecido al darle el rol de el mediador de los relatos políticos y
culturales de México, sería reduccionista afirmar que gran parte del cambio en
México se dará desde una institución cuyo interés privado se encuentra por
encima del interés público.
¿Los
medios alternativos fueron suficientes?
En este sentido, el internet
como circuito de comunicación ha llenado un vacío como una importante
plataforma de construcción de medios alternativos y activismo político. Ha sido
una herramienta que la ciudadanía ha usado para potenciar su convocatoria, para
presentarse como alternativa de participación política y también para denunciar
de manera masiva aquellos hechos, instituciones o personas que apelaban a los
medios tradicionales como una ventaja irrefutable.
¿Es suficiente? Por supuesto
que no, la realidad nos mostró en las pasadas elecciones que el internet marcó
tendencia política pero no fue definitiva para el curso de la elección; los que
todavía no son usuarios fueron comprados por un bien básico como lo fueron las
despensas, dolorosamente la innovación de participación política a través de
los medios digitales chocó de frente con las necesidades más básicas de una
población vulnerable y susceptible de clientelismo político.
¿Fue la televisora la
causante definitiva del triunfo de Peña Nieto? Realmente no, sinceramente sería
darle demasiada importancia a un emporio que si bien ha influido abiertamente
en la cultura del mexicano actual, no ha sido definitivo para la formación de
opinión pública de los que hoy hemos renunciado a él o aquellos que están en
vías de hacerlo, no fue definitivo al menos para poco más de 30 millones de
mexicanos que no votaron al PRI.
La violencia estructural que
vivimos en México es más grande que cualquier manipulación mediática, pudo más la necesidad que la convicción
dirían algunos, pero la realidad nos marcó una conjunción de elementos, un
caldo de cultivo que propició la llegada de un grupo al poder mediante antiguas
prácticas clientelares, se juntaron la pobreza, la endeble cultura política
democrática, la falta de educación y valor cívico, la corrupción en todos los
niveles sociales y políticos, el duopolio televisivo, la desilusión cívica de
la transición y un cambio prometido, el predominio de lo mediato, el miedo a la
inseguridad y por consiguiente el aclamo de la mano dura, los intereses sectarios y muchos otros factores que
favorecieron la llegada de un partido que se dice nuevo pero que tiene casi
todo de viejo.
¿Qué hacer?
La estrategia de cambio
político y social debe ser redirigida colectivamente en campo de “batalla” -por
así denominar al espacio público en todas sus formas- tenemos que preocuparnos
más por las fondos que por las formas, existen, más allá del ciberespacio, una
ciudadanía en potencia que espera ser formada, existe también caldo de cultivo
propicio para formar e informar ciudadanos necesitados de nuevas formas de
hacer política y de nuevas formas de comunicación que hagan posible una integración
de esos sectores a los que hoy tan airadamente les hemos reclamado por esos 500
pesos recibidos, la cuestión central es la humildad de reconocer que nuestro
campo de acción local a la larga será más importante que lo que se pueda hacer
desde el centro (como corazón político, cultural y económico del país), habría
que evitar caer en el espejismo de empezar a disputar el poder presidencial en
2018 y trabajar en el hoy con
aquellos sectores que se perfilan –queramos o no- a jugar un papel decisivo.
Es curioso el planteamiento que haces, dado que desde mi campo, la comunicación, él recorrido latinoamericano ha pasado del estudio de los medios, a los estudios de recepción crítica, las mediaciones, la comunicación popular/para el desarrollo/alternativa y la educomunicación. Considero que para la gestión de proyectos ciudadanos que fortalezcan la resistencia pacífica y promuevan la resistencia intelectual y crítica, es fundamental la cooperación interdisciplinaria. En definitiva creo que los medios masivos de información no lo son todo, creo en el coeficiente comunicacional de las personas.
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