En el recuento del papel del PRI en los últimos 12 años, se
puede observar que en realidad nunca abandonó
el poder. Cuando Vicente Fox
llegó a la presidencia de la República, el PAN había alcanzado el poder
ejecutivo pero no así la mayoría legislativa ni los poderes locales, por lo que
el sexenio de Fox estuvo condicionado (esa impresión daba) , tan fue así que el
eslogan general del PAN en las elecciones del año 2003 fue: quítale el freno al
cambio.
Con esto no se pretende victimizar
al PAN como si hubiera sido un rehén del PRI. En la práctica, “ser gobierno”
fue un paso difícil para un partido que desde 1949 había sido oposición; la
inoperancia y la inexperiencia se pagaron caros con el resultado de la elección
intermedia: tan sólo 148 diputados había logrado el PAN contra 203 del PRI.
Durante el periodo 2003-2006 toda decisión en el legislativo tenía que pasar
por el Revolucionario Institucional, las supuestas reformas estructurales
foxistas nunca vieron la luz, el bono democrático que tanto se presumía en la
academia y en la política quedó pulverizado a los pocos meses del arribo del
PAN.
En las elecciones del año 2006,
el PRI ocupó por primera vez la tercera minoría en el congreso y el tercer
lugar entre los candidatos presidenciales, sin embargo fue la piedra en la
balanza que benefició al PAN para ocupar el poder con un mayor respaldo
institucional, silenciosamente entre los años 2004 y 2007 habían ganado la
gubernatura de estados como Oaxaca, Veracruz, Puebla, Estado de México y
Yucatán. Si recordamos bien, la reforma energética fue posible gracias a los
votos de aprobación que ejercieron los legisladores priistas.
Para el año 2009 los priistas
ocuparon la primera minoría de la cámara de diputados y la segunda minoría de
la cámara de senadores, lo cual fue suficiente para bloquear las reformas en
materia laboral, de seguridad y de cambio político enviadas por el Ejecutivo;
de alguna manera, el costo político de dichas polémicas reformas no era algo
que el PRI quería absorber, por ejemplo el aumento del IVA fue en su momento
motivo de discordia entre los partidos. Así también, cabe mencionar que a
la fecha más de la mitad de los Estados son gobernados por el PRI, en 26
legislaturas locales el revolucionario institucional es mayoría y 60% de los
municipios son igualmente gobernados por el ahora partido en el gobierno.
La transición no puede ser medida
puramente con base en resultados electorales o con el cambio de partido en el
poder, serán las prácticas en el espacio público las que definirán que tan
democráticos somos. A lo largo de estos doce años la alternancia (que no es lo
mismo que transición) se ha demostrado que al ejercer el poder se disipan las
ideologías y colores: la práctica y ejercicio de los derechos humanos, políticos
y sociales ha sido tan volátil que hubo momentos en que el PAN recordaba al
antiguo régimen –la preservación de la impunidad política y dudosas prácticas
electorales son una pequeña muestra-, el “nuevo” PRI reprodujo viejas
costumbres en bastiones locales- Mario Marín y Ulises Ruiz son ejemplo- y en que la Izquierda no
evolucionó en sus cuadros y estructuras partidistas-sólo dos candidatos en
cinco elecciones presidenciales dice mucho.
Las figuras de transición local
en estados como Sinaloa, Puebla y Oaxaca tienen gobernadores con antecedentes
priistas, los son también algunas de las figuras fundacionales de los partidos
políticos como Convergencia, el PT y el PRD, cosa que no es de extrañarse, dado
que el Revolucionario Institucional fue durante mucho tiempo el centro de
formación de capital político dada su visible hegemonía y estructura.
En un país en donde los grandes
cambios y proyectos políticos han sido construidos desde las élites en el
poder, el verdadero cambio tendrá que provenir necesariamente desde el espacio
ciudadano, por lo que resta construir una ciudadanía con una elevada cultura
política y democrática capaz de resistirse a la manipulación mediática, a la
compra de votos y que en general renuncie a las viejas prácticas políticas;
formar demócratas que sean contrapeso de la opacidad y la corrupción; de los mexicanos dependerá el atrasar el reloj 80 años, el peor error será
desatendernos y ser indiferentes a los nuevos tiempos, replegarse no es una
opción.
Lic. Hugo E. Hernández Carrasco.
Lic. Hugo E. Hernández Carrasco.
Gracias por compartir a través de este escrito nociones muy precisas e interesantes en torno al sistema político y a la historia reciente de nuestro país. Considero muy acertado tu punto de vista: no debemos creer que la alternancia del año 2000 a nivel federal garantizó la entrada a una era democrática...aun estamos muy lejos de lograrlo.
ResponderEliminar